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Bacalao al pilpil

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  Unos lomitos bastan para hacer el apaño y preparar con brío este goloso plato. Dejarás por tres días el bacalao salado, bien pudiera ser menos, depende del tamaño. En una sartén amplia has de añadir el ajo, picarlo no hace falta, te sobra con chafarlo. El aceite, de oliva, debe ser refinado, no queremos que añada mucho sabor al plato. Añade una guindilla y déjalo al abrazo del gentil calorcillo de un fuego moderado. El bacalao remoja ya estando tierno el ajo en el cálido aceite. Empieza por un lado y en cuestión de minutos estará confitado. Toca darle la vuelta y esperar otro tanto. Tras eso queda solo darle un meneo majo. Al haberse cocido en un fuego tan bajo en el cálido aceite su jugo habrá soltado. Dale ahora un meneo, Pilpil se llama el plato, si en círculos lo mueves todo se habrá ligado en una espesa salsa y estará terminado.  

Soneto Nº 18

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    Quisiera ver montañas, viejo amigo, de grisáceas paredes escarpadas, de cimas afiladas y nevadas, del urbanita estrépito al abrigo.   En un pico, del tiempo fiel testigo, quisiera ver las cárcavas labradas, por la distancia inmensa rebajadas ¡Idílica es la Arcadia que persigo!   Y en aquellos peñascos, con mi aliento, disiparé los gritos del invierno en la roca esparcidos por el viento.   Así disolveré su soplo cruento, que resuena en las cumbres como cuerno, convirtiendo su allegro en canto lento.

En defensa del romance

    "No me gusta escribir poesía clásica porque la métrica me limita demasiado" ¿Has pensado esto alguna vez? No es de extrañar que el verso libre sea el claro predilecto de quienes empiezan a escribir poesía, pues ofrece libertad creativa y es un gran vehículo para expresar ideas ajenos a la tiranía de las formas... ¿o no?      He aquí el primer consejo: cada cosa a su tiempo ¿Podría un aspirante a arquitecto construir un prodigio arquitectónico sin saber levantar la más elemental de las estructuras? Creo que convendrás que no. Entonces, ¿por qué esperar de quien da sus primeros pasos en La Gaya Ciencia esferificaciones y deconstrucciones sin saber cocinar unas sencillas lentejas?      Sí, lentejas. Son un plato humilde, pero saciante, gustoso y contundente. No muy diferente es, en esta nuestra poesía hispánica, el caso del romance. Su métrica octosilábica, tan amable a nuestra lengua castellana, lo convierte en un gran punto de partida. Si aún no tienes costumbre, quiz

Soneto Nº 15

  Oscurecido el cielo y las estrellas, las sombras, mudas todas, esperando afuera, el desenlace postergando y el mundo todo quieto, oculto de ellas.   De Febo las saetas aguardando, ¡cuán perdidas están aquí sus huellas! Bajo tan negro manto tú destellas la tiniebla en tus luces asfixiando.   Todo cuanto en el mundo siempre ha sido al arbitrio del tiempo es sometido y en su juicio halla el fin o halla sustento.   Así guardemos todos el aliento pues bien todo termina en un momento cuando por fin su hora se ha cumplido.

Soneto Nº3

Perdiéronse mis pasos del camino de luna y mil estrellas rodeado. Tortuosa la senda se ha tornado pregonando con sombra mi destino.           En el cielo, cual lirio mortecino, yace, por el vil tiempo malogrado, el astro rey, antaño tan dorado que agoniza con tono vespertino.           Borráronse del cielo las estrellas, cubiertas, por mi mal, de negro manto. La luna ya limpió de aquí sus huellas,   solo quedé ante el temible espanto aquí perdido ante la ausencia de ellas sumido en el dolor de mis quebrantos.

Soneto nº17

  Podrán las dulces rosas del otoño olvidar su fragancia y su color, donados del verano en su fulgor, y tornarse hojarasca su retoño.   Ya en invierno, su brote tan bisoño, helarse en el tan álgido vapor, huérfano del estival calor, podrá languidecer el buen madroño.   Si todo ocurre siempre habrá consuelo a la desolación del cielo ingrato cuando el tiempo nos done un nuevo año.   Y nuevos brotes surgirán del suelo. Florecerán en rápido arrebato el madroño y las rosas que vi antaño.  

Redondillas

  Ya se cayó de la cuna, nudosa, dura y torcida,   en aliento suspendida no bajo la triste luna   sino al amparo del sol del chopo la última hoja; y la brisa que la aloja, que es para ella un crisol,   sí, la desplaza y la mece pero en fugaz remolino al desecho mortecino fundirla quiere, parece,   de rosa, clavel y viola. La ráfaga momentánea toma también la foránea semilla de la amapola;   caleidoscópico gira este tumulto en revuelo que desafiando al suelo el inmenso cielo admira.           Tristemente la energía, la etérea fuerza que mueve en el balanceo leve la multitud que tenía,     lentamente va cayendo. Resuella, jadea, expira, su carga contrae y estira, va finalmente perdiendo   la rosa, el clavel, la viola… tan solo queda la hoja que pronto cae y se moja. Flotando en el agua, sola,   en el estanque, profunda, queda otra vez suspendida por la fuerza sostenida que con vehemencia iracunda  

Oda

    ¡Cómo es tanta la belleza   que asoma en tu fina cara! Si tan solo te mirara y encontrase tal proeza que solo a naturaleza y no a humana mano debe, perfecta sí, pero breve, Dios se maravillaría y el cielo a tus pies pondría pues la belleza, aunque leve   a todos igual regala. Divino sin duda eres y además a los placeres escondes bajo tu ala y es tu mirada antesala   de aquellas divinas preces. Exultante, sin dobleces, el hermoso bulto emerge y sutilmente converge mientras lascivo lo ofreces.           Rompe el silencio un sonido que de sus labios emana, que desgarra, que profana, que le arrebata el sentido   y al que el jilguero, ofendido, en vano acallar quisiera mas si intentarlo pudiera, ser sombra a tanta delicia   a pesar de su codicia sería solo quimera.           Suave rubor se levanta en su faz, en su sonrisa y acompañada de brisa al aire hermosura tanta, delira, se ofrece, canta; se echa al suelo