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Mostrando entradas de septiembre, 2022

Oda

    ¡Cómo es tanta la belleza   que asoma en tu fina cara! Si tan solo te mirara y encontrase tal proeza que solo a naturaleza y no a humana mano debe, perfecta sí, pero breve, Dios se maravillaría y el cielo a tus pies pondría pues la belleza, aunque leve   a todos igual regala. Divino sin duda eres y además a los placeres escondes bajo tu ala y es tu mirada antesala   de aquellas divinas preces. Exultante, sin dobleces, el hermoso bulto emerge y sutilmente converge mientras lascivo lo ofreces.           Rompe el silencio un sonido que de sus labios emana, que desgarra, que profana, que le arrebata el sentido   y al que el jilguero, ofendido, en vano acallar quisiera mas si intentarlo pudiera, ser sombra a tanta delicia   a pesar de su codicia sería solo quimera.           Suave rubor se levanta en su faz, en su sonrisa y acompañada de brisa al aire hermosura tanta, delira, se ofrece, canta; se echa al suelo

Deer Skull

  12 de octubre del 2399             —¡Colgadlos a todos! —gritaba la gente de Marianville, que apenas podía ser contenida por la milicia— ¡Colgad a esos asesinos!             —¡Cálmese todo el mundo! —exclamé— Hemos juzgado a estos saqueadores y los hemos hallado culpables. Llevaremos a cabo una ejecución sumaria, pero antes tenemos que montar el patíbulo. Por favor, dispérsense.             Le pedí a Robert, mi ayudante, que llevase de nuevo a los prisioneros al calabozo y, después, me acerqué a Lester. Como siempre, llevaba su sombrero negro de fieltro. Sobre su camisa azul llena de remiendos lucía un chaleco negro de cuero atravesado por una bandolera llena de cartuchos. Sobre sus vaqueros negros llevaba una canana en la que guardaba su legendario Júpiter , un revólver magnum del .44 de cañón largo. Aquel revólver era único. Tenía las cachetas de un precioso nácar y un tambor dorado que contrastaba con el acero del resto del arma. Aquel detalle podía resultar un poco hortera,

Un viaje a Swatterburgh (segunda parte)

  —¡Lester! —gritó una voz ronca— ¡Ábreme la puerta! Sé que eres tú.             —Esa voz… —pensé. Desenfundé a Júpiter y entorné la puerta, apuntando con el cañón tras la hoja de madera.             A través del intersticio que había abierto pude ver, entre las sombras, un gran sombrero negro de ala ancha y una sotana raída. Aquella figura ladeó la cabeza y dijo— Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos ¡Buenas noches, Lester!             —¡Reverendo Lafontaine! —exclamé— ¿Cómo me has encontrado tan rápidamente?             —Buena es la ciencia con herencia, y provechosa para los que ven el sol. La sabiduría comienza por respetar al Señor. Son sus pasos, Lester, los que me guían hacia ti. Mucho hay en tu alma que debe ser purgado, amigo, pero en el fondo, hay mucha bondad en ti y mucho temor de Dios.             —¿Qué tienes contra Maximilien? Eres despiadado, pero siempre sueles serlo por buenos motivos… ¿Cuáles son