Redondillas

 

Ya se cayó de la cuna,

nudosa, dura y torcida,

 en aliento suspendida

no bajo la triste luna

 

sino al amparo del sol

del chopo la última hoja;

y la brisa que la aloja,

que es para ella un crisol,

 

sí, la desplaza y la mece

pero en fugaz remolino

al desecho mortecino

fundirla quiere, parece,

 

de rosa, clavel y viola.

La ráfaga momentánea

toma también la foránea

semilla de la amapola;

 

caleidoscópico gira

este tumulto en revuelo

que desafiando al suelo

el inmenso cielo admira.

 

        Tristemente la energía,

la etérea fuerza que mueve

en el balanceo leve

la multitud que tenía,

 

 

lentamente va cayendo.

Resuella, jadea, expira,

su carga contrae y estira,

va finalmente perdiendo

 

la rosa, el clavel, la viola…

tan solo queda la hoja

que pronto cae y se moja.

Flotando en el agua, sola,

 

en el estanque, profunda,

queda otra vez suspendida

por la fuerza sostenida

que con vehemencia iracunda

 

libre sí,  todo lo alcanza

mas tranquila, contenida,

repica y suena dormida,

tibia, chapotea y danza.

 

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