Soneto Nº 18

 

 

Quisiera ver montañas, viejo amigo,

de grisáceas paredes escarpadas,

de cimas afiladas y nevadas,

del urbanita estrépito al abrigo.

 

En un pico, del tiempo fiel testigo,

quisiera ver las cárcavas labradas,

por la distancia inmensa rebajadas

¡Idílica es la Arcadia que persigo!

 

Y en aquellos peñascos, con mi aliento,

disiparé los gritos del invierno

en la roca esparcidos por el viento.

 

Así disolveré su soplo cruento,

que resuena en las cumbres como cuerno,

convirtiendo su allegro en canto lento.





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