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Mostrando entradas de agosto, 2022

Soneto Nº8 (Enigma)

  Más temprano que tarde en la alborada, de espumas de cerveza salpicado, el tiempo con los dedos he contado y he visto mi existencia terminada.           Leo un libro que ostenta en su portada de las cartas al mísero colgado y en un campo por guerras asolado, de armadura, la dama engalanada.           Rodean al difunto diez espadas y a espaldas del caído cinco copas que fueron por el tiempo derramadas.           De allí las aguas que huyen desatadas   podrían bien surcar dos grandes popas que un hombre con dos bastos ve zarpadas.

Luz de luna en un otoño triste

  Mis heridas, con plomo restañadas, sangran de nuevo, abiertas. Quizá fue que nunca se cerrasen. Quizá el maltrecho manto, que me cubrió del frío, quedase desgarrado. Las viejas fotografías ya se hicieron añicos, del papel cuarteado se borraron los rostros y ahora miran, difusos, desde la estantería. Por la calle, luz de luna. Un perro vagabundo mea en una farola y me observa, me juzga. ¡Todo se fue a la mierda! Las voces palpitantes que antaño me admiraban hoy día, rencorosas, callan a mis espaldas. ¡Todo se fue a la mierda! Un borracho mugroso suelta una risa obscena. Me mira, me examina, me arroja su botella y a mis pies se hace añicos. Luz de luna, calle negra. Al fondo, como un lobo bailando en la tormenta, se yergue amenazante el grotesco titán. Por sus venas, calientes, corren goma y metal y yo, mientras, deambulo en un otoño gris. La luz de luna sobre mí, helada como el mar, me ahoga en muda agonía. Luz de luna, calle neg