Soneto nº17

 

Podrán las dulces rosas del otoño

olvidar su fragancia y su color,

donados del verano en su fulgor,

y tornarse hojarasca su retoño.

 

Ya en invierno, su brote tan bisoño,

helarse en el tan álgido vapor,

huérfano del estival calor,

podrá languidecer el buen madroño.

 

Si todo ocurre siempre habrá consuelo

a la desolación del cielo ingrato

cuando el tiempo nos done un nuevo año.

 

Y nuevos brotes surgirán del suelo.

Florecerán en rápido arrebato

el madroño y las rosas que vi antaño.

 

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