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Mostrando entradas de mayo, 2022

Políticamente

  Adolece este mundo tales males, que a contarlos jamás me atrevería, de miseria, egoísmo e ideales que en vano, en fementida gallardía, juntando en nuevos lienzos los retales, de caduca y errática homilía, esgrimen en frenética batalla quebrando del buen juicio la muralla.   ¿Cabe alguna esperanza en este lío? ¿Puede soltar la espada el férreo nudo que ata las voluntades del gentío? ¿Puede la pluma de un poeta mudo enardecer, el día más sombrío, de un público gritón y testarudo, la mente que, a la libertad ajena, su vida a sus tiranos encadena?

Soneto nº 16

  Rompen sobre las rocas mansamente, en nieve desatada en un instante, de turquesa las aguas y diamante, del sol robando el brillo refulgente.   Braman, el cielo hiriendo intensamente, de Eolo ecos, ruido amenazante, y el sol junto al abismo, agonizante cae, cediendo a la luna lentamente.   En ímpetu colérico los mares cual leviatán las olas han alzado agitando del mundo los sillares   y de la costa, muro quebrantado, lamen, baten y arrasan los lugares donde, seguros, hombres han morado.

Los contrabandistas del Callejón del Ahorcado (Parte 1)

  17 de junio de 2398 Abrí los ojos. Nada del lugar en el que me encontraba me resultaba familiar. Nada salvo el dolor palpitante que atravesaba mi cráneo, el sabor de la sangre manando de mi boca y el inconfundible aroma a cerrado que casi podía paladearse en cualquiera de los edificios antiguos, como un funesto perfume que atestiguaba la caída de la antigua civilización. Me encontraba tendido en el suelo, maniatado, en algún oscuro lugar de las ruinas de la vieja ciudad. En aquel mar de tinieblas apenas podía reconocer las dimensiones del cuarto en que me hallaba. Sin embargo, a juzgar por el retumbar de mis propios jadeos, no debía de ser muy grande. — Estoy muerto— pensé.             Un grito atronador interrumpió el silencio— ¡Hildegard!¡Corre, Hildegard, ven aquí! —. Todo volvió a la calma.             —¡Hildegard! ¡Mueve tu culo hasta aquí ya! — gritó de nuevo— ¡Maldita mujer! —. Se oyó entonces un fuerte golpe en la pared, como el ruido de un puñetazo lanzado con furia—