Luz de luna en un otoño triste

 

Mis heridas, con plomo restañadas,

sangran de nuevo, abiertas.

Quizá fue que nunca se cerrasen.

Quizá el maltrecho manto,

que me cubrió del frío,

quedase desgarrado.

Las viejas fotografías ya se hicieron añicos,

del papel cuarteado se borraron los rostros

y ahora miran, difusos, desde la estantería.

Por la calle, luz de luna.

Un perro vagabundo mea en una farola

y me observa, me juzga.

¡Todo se fue a la mierda!

Las voces palpitantes que antaño me admiraban

hoy día, rencorosas, callan a mis espaldas.

¡Todo se fue a la mierda!

Un borracho mugroso suelta una risa obscena.

Me mira, me examina, me arroja su botella

y a mis pies se hace añicos.

Luz de luna, calle negra.

Al fondo, como un lobo bailando en la tormenta,

se yergue amenazante el grotesco titán.

Por sus venas, calientes, corren goma y metal

y yo, mientras, deambulo

en un otoño gris.

La luz de luna sobre mí,

helada como el mar,

me ahoga en muda agonía.

Luz de luna, calle negra y el vacío

devorando.

Y yo, calmado, espero a que todo pase.

 

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